Kise miró con felicidad el par de anillos de oro mientras los
guardaba dentro de una cajita de madera blanca. Se encontraba ansioso y muy contento,
después de todo aquella era la noche que tanto había esperado.
Antes de salir de su vivienda, revisó que todo estuviera en orden.
Los anillos, sus llaves, su cartera, su peinado, su yukata celeste que
combinaba con el cabello de su amante. Todo, absolutamente todo debía ser
perfecto.
Caminó por la calle hasta llegar al festival, el olor a algodón de azúcar
y el destello de las luces de bengala, le indicaron que había llegado al sitio
acordado.
-Llegaré en un minuto- le informó Kuroko por medio de un mensaje de
texto.
-Está bien Kurokocchi, aquí te espero.
Mientras aguardaba, Kise observó a una familia que compraba bolas
de masa de arroz, sonrió al pensar que tal vez en un futuro él, Kuroko y Nigou
podrían llegar a ser una familia y que incluso podrían adoptar a un niño.
-¡Kurokocchi sería una excelente madre!- imaginó colocando sus
manos sobre sus pómulos y dando pequeños giros.
-Kise-Kun… ¿Qué estás haciendo?...
-¡Kurokocchi! –gritó -¿desde cuándo estás ahí?
-Desde un principio…
-¡Lo siento Kurokocchi!, es que estaba imaginado…-Kise dejó de lado
su explicación, al percatarse de como aquella yukata amarilla adornada por
hojas doradas hacían que los ojos y la piel de Kuroko resaltaran.
-Kurokocchi ¡Te ves hermoso!- exclamó aferrándose al cuerpo de su
acompañante.
Kuroko no pudo evitar sonrojarse al pensar que había adquirido su yukata,
porque
sabía bien que haría juego con la que Kise usaría esa noche.
-Kise-Kun, es suficiente, entremos ya.
Ambos entraron y se dirigieron a un puesto de pesca de globos de
agua. Kuroko comenzó a enfurruñarse al notar que su pareja había conseguido
tres de éstos, a comparación de él, que no había podido atrapar ninguno.
-¡Mira Kurokocchi!- dijo Kise mostrándole el cuarto globo que había
capturado.
Él lo miró con sus mejillas infladas y en seguida soltó un ligero
golpe en la costilla del de ojos color ámbar. A causa de esto Kise soltó el
globo, no sin que antes Kuroko lo cachara para evitar que cayera al piso.
-Me quedaré con éste- indicó- es tu castigo por presumido.
-Que malo eres Kurokocchi-
La noche continuó hasta que comenzaron a lanzar los fuegos
artificiales, Kise sabía que había
llegado el momento de hacer su proposición. Sacó la cajita de madera y su
inquietud hizo que la apretara con fuerza.
-Kurokocchi…-dijo entrecortado- han pasado diez años desde que
estamos juntos, por eso me gustaría pedirte que…
Los nervios lo dejaron sin habla,
temía que Kuroko lo rechazara y que su pregunta destruyera su relación. Se
llenó de pavor al pensar que tal vez era extraño pedirle matrimonio, tomando en cuenta que ambos eran hombres.
Kuroko percibió la agonía de Kise, trató de adivinar que era lo que
lo acomplejaba hasta que se dio cuenta de lo que tenía entre sus manos. Caminó
y se situó enfrente de él, lo miró a los ojos con ternura y tomó la caja de
madera.
-Kurokocchi… yo…
-Sé lo que quieres preguntarme. Lo siento, pero lo escuché por
accidente de Aomine-Kun y Momoi-San- dijo colocándose el anillo en su dedo y
luego besándolo con cariño-. Claro que acepto.
Kise no pudo contener sus lágrimas, abrazó a Kuroko y agradeció a
que a a partir de ese momento, pasarían
el resto de su vida juntos.
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